6 nov 2014

15 Años de la Nueva Administración del Hipódromo de las Américas

“La hípica mexicana hacedor de leyendas”
Primera Parte
En 1996, la trompeta que llama a escena a los gladiadores hípicos para competir en el Ovalo Sotelino, dejaba de sonar.
El murmullo y la algarabía de la afición hípica impulsando y apoyando a su ejemplar favorito en las gradas del Hipódromo de las Américas, guardaban silencio.
La pista de arena, testigo fiel de los grandes enfrentamientos de los guerreros de las mil batallas, dejaban de vibrar, de estremecerse ante el galope vertiginoso de los majestuosos corceles, sólo las huellas de esos guerreros hípicos quedaban como vestigios del paso arrollador de aquellos momentos de grandeza.
Quedaba en la memoria de la afición hípica, los gratos recuerdos de las gestas de valor, emotividad y pasión que los majestuosos corceles forjaron con sus épicas batallas que brindaron en cada una de sus actuaciones, donde las cámaras fotográficas, inmortalizaban el momento preciso en que los valientes contendientes cruzaban el alambre de meta buscando con ansiedad la victoria.
Quedaba en la memoria de la afición hípica, aquellos corredores que como majestuosos pegasos, surgían de la curva final y con paso arrollador y contundente devoraban los metros finales de la contienda para iniciar su ataque final y contundente y cazar en la meta a más de uno de sus contendientes, entusiasmando al respetable, provocando la algarabía y el éxtasis en la afición hípica, que disfrutaba con pasión el concierto de emotividad y entusiasmo que los majestuosos corceles junto con los ágiles jinetes brindaban en cada una de las competencias.
Como olvidar aquellos duelos sublimes que se escenificaron desde el mismo momento en que se abrían las puertas del arrancadero, donde la batalla por la miel de la victoria se convertían en confrontaciones encarnizadas entre los competidores, eran batallas interminables que ofrecían los nobles corceles, los cuales disputaban palmo a palmo, como uno sólo, la victoria en la pista del Ovalo Sotelino.
Y que decir, de aquellos instantes en que aparecían en plena la recta final, enfrascados en batallas inolvidables, disputando cabeza a cabeza y nariz a nariz, la épica confrontación, levantando al público asistente de sus asientos y convirtiendo las gradas del Ovalo Sotelino en un espacio de algarabía y entusiasmo ensordecedor y a través de sus gritos de apoyo impulsaban a los bellos corceles y sus valientes jinetes para lograr lo más sagrado, la victoria.
Y esas grandes y emotivas batallas, donde sólo unos cuantos lograban trascender para convertirse en leyenda, por sus gestas heroicas, logradas en las pruebas de mayor nivel, donde las mieles del triunfo, los aplausos de la afición hípica y la corona de flores y los flashazos de las cámaras fotográficas iluminaban el cuadrilátero de ganadores, al binomio perfecto ganador de la justa hípica.

Y fue a mediados de 1996, cuando todo se detuvo en el Ovalo Sotelino, quedando el recuerdo imborrable de los gladiadores hípicos que hicieron historia en la pista del Hipódromo de las Américas.

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